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A poco de ser mamá, perdió a todos sus clientes y un diagnóstico inesperado la obligó a reinventarse: “Me sentía intoxicada”

Todo en la vida de Agustina Herrera (39) marchaba bien. Casada con dos hijos y un trabajo que disfrutaba, un diagnóstico médico la hizo temer lo peor. Para complicar más la situación, la pandem...

Todo en la vida de Agustina Herrera (39) marchaba bien. Casada con dos hijos y un trabajo que disfrutaba, un diagnóstico médico la hizo temer lo peor. Para complicar más la situación, la pandemia terminó con su agencia independiente. Pero ella no puede quedarse quieta, no se resigna y se define como una mujer en actividad constante y, en la falta, vio la oportunidad.

Del trabajo en relación de dependencia a ser su propia jefa

Agustina nació en San Martín, terminó el colegio y dudó si estudiar Medicina como su papá pero se recibió de Diseñadora de Indumentaria en la Universidad de Palermo. Mientras estudiaba trabajó en una marca de ropa para embarazadas pero la vida dentro de la fábrica y con poco contacto con la gente no le gustó. A punto de recibirse consiguió una pasantía en una agencia de prensa, la idea era trabajar unos meses pero se quedó algunos años hasta que una compañera abrió su propia agencia y la llevó con ella. “Cuando me llamaron de la agencia me encantó porque era estar en contacto con la gente, armar looks, gestionar notas, tenía más de relaciones públicas, eventos, me gustaba muchísimo más”, cuenta Agustina con entusiasmo.

Se hicieron amigas y después de 15 años en la misma empresa decidieron dar un giro, “¿Por qué no lo hicimos antes?”

“Cuando quedé embarazada de mi primer hijo decidí abrir mi propia agencia de prensa. Tenía mi primer cliente que era de la otra agencia pero lo había llevado yo. La relación era muy buena y me dijo que me seguía a donde fuera. Empecé con ese y con el tiempo fui enganchando más clientes”. Así abrió su propio espacio al que llamó Lola Prensa. Una amiga trabajaba entonces con ella y consiguieron cuatro grandes marcas con las que hacían eventos en Mar del Plata -que incluían clases de surf-.

El diagnóstico más temido

Hace cuatro años Agustina estaba en su casa cuando tocó una pelotita en su pecho. En ese momento, su segunda hija tenía cuatro meses y pensó que debía ser fruto de la lactancia. De todos modos llamó a su médico, quien le indicó una ecografía y mamografía porque su madre había tenido cáncer de mama.

Estaba en su casa con sus padres y su marido cuando recibió el mail con los resultados: tenía un tumor. “Al principio no sabía si tenía metástasis o no, hasta cuánto es que había agarrado el tumor. Es terrible cuando te dicen algo así, se te viene el mundo abajo porque no sabés lo que te espera, a lo que te vas a enfrentar, qué te va a tocar. Es el miedo a no saber qué se viene. Me empezaron a contactar amigas de amigas que pasaron por lo mismo y todas me decían, tenés que pasarlo”, recuerda, aún con dolor, Agustina.

La operaron, el tumor medía dos centímetros, era chico pero muy invasivo, así que tuvo que hacer 16 sesiones de quimioterapia y más de treinta de rayos. Su mamá y cuñada la ayudaban con los chicos mientras su marido la llevaba a realizar el tratamiento. En su agencia de prensa su amiga Gigi la ayudaba pero Agustina igual seguía trabajando, no le quiso contar a ningún cliente lo que estaba atravesando.

“Las quimios me mataban, me dejaban de cama, no es que iba a hacer el tratamiento y listo, no podía vomitar porque me daban todo un cóctel de medicación para que no lo hiciera pero me sentía mal, como super intoxicada y sin poder vomitar”, recuerda Agustina. Pasado el año de tratamiento ahora sigue con controles cada seis meses y un tratamiento oral.

Terminó el tratamiento un año antes del 2020 pero al llegar la pandemia ella era considerada paciente de riesgo, “estaba con miedo y no sabía cómo me podía llegar a afectar, iba al supermercado con ochenta barbijos”, cuenta. Pero la pandemia no solo fue miedo lo que le trajo.

La pandemia y el final

Con la pandemia todos sus clientes la dejaron, solo le quedó uno. “Yo soy muy de que todo el tiempo quiero hacer cosas, no soy de estancarme. Y dije tengo que hacer algo”, explica Agustina. A ella le gustaban mucho los dispensers (para productos de limpieza, alcohol y muchos otros usos más) y quería comprar pero no los veía por ningún lado, entonces una noche desvelada dijo “tengo que ponerme a hacer los dispensers yo, creo que me va a ir bien”. Esa misma noche le puse el nombre a la marca y empecé a buscar quién los fabricara, conseguí una diseñadora que hizo el logo y toda la gráfica y empecé a vender”, cuenta.

Le costó conseguir proveedores porque en plena pandemia todo lo relacionado con la decoración del hogar estaba en auge, pero el 6 de junio de 2020 lanzó su marca y el éxito no tardó en llegar, las ventas crecían por la zona de Nordelta y Villanueva donde ella personalmente se encargaba de repartir, luego con la apertura de la tienda online comenzó a llegar al interior de nuestro país.

Para mostrar su producto, lo apoyaba sobre un banco de álamo que tenía en su casa y la gente empezó a preguntarle por el banco. Entonces se dio cuenta de que tenía que hacerlo, buscó un carpintero y empezó a vender también los bancos. “Trabajar en prensa me ayudó porque tenía contactos de celebrities e influencers que las pude ir contactando y me ayudaron con la difusión”, explica Agustina. Así, los seguidores, que luego se convirtieron en clientes, no tardaron en llegar.

Dos años después su marca, Chichita Home, llamada así por su abuela, tiene a la venta más de doscientos productos diferentes entre sillones, muebles, textiles, elementos de decoración. “Todo lo que es mueble lo tenía en mi casa pero me quedó chico, así que alquilé una baulera en mi edificio que también me quedó chica, alquilé otra baulera y ahora estoy buscando un showroom por Tigre o San Fernando porque quiero empezar a agrandarme”, cuenta feliz Agustina.

Siempre le gustó la idea de ser independiente y poder manejar sus horarios, pero admite que también implica estar un domingo a las ocho de la noche contestando mensajes por WhatsApp e Instagram. “Me gusta que me pregunten y responder a los 10 minutos. Yo estoy sola con todo. Cuando empecé en pandemia que estaba con los chicos todo el día porque mi esposo trabaja en un negocio, íbamos con ellos a buscar los muebles en la carpintería y cargaba la camioneta con todo. Los carpinteros se ríen porque me ven llegar con todos los chicos a buscar las cosas”, cuenta entre risas. Recuerda también que en pandemia una señora le hacía pedidos todos los sábados porque disfrutaba tener con quien hablar, es que cuando llevaba sus productos se quedaba un largo rato hablando con los clientes que hace semanas no veían a nadie. “Siempre me agradecen la atención, el trato, me mandan fotos para que los asesore de cómo poner algo, y eso lo quiero seguir teniendo, tal vez el día de mañana contrate a alguien, pero hoy no”, admite Agustina.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/a-poco-de-ser-mama-perdio-a-todos-sus-clientes-y-un-diagnostico-inesperado-la-obligo-a-reinventarse-nid21032023/

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