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Auge y declinación de un multifacético héroe venezolano

Con un protagonista tan fascinante como “imperfecto y humano”, la nueva novela de Mori Ponsowy describe el proceso de auge y declinación de un héroe multifacético: el creativo publicitario, ...

Con un protagonista tan fascinante como “imperfecto y humano”, la nueva novela de Mori Ponsowy describe el proceso de auge y declinación de un héroe multifacético: el creativo publicitario, actor e inventor venezolano Valdi Bonetti. Narrada por una mujer que lo había amado en su juventud, al inicio de una etapa de esplendorosa bohemia, y a quien Valdi recurre tiempo después para la escritura de un guion, La nueva vida de Valdi Bonetti (Alfaguara) registra al sesgo el lento avance de la crisis en Venezuela, desde las últimas décadas del siglo pasado hasta los primeros años del nuevo milenio.

El personaje de la narradora, en un discreto segundo plano, se puede asimilar al de la autora. Ponsowy vivió en Caracas veinticinco años; allí estudió, se casó y tuvo un hijo. También trabajó en varias agencias de publicidad en las que abundaban las personas jóvenes e histriónicas como Valdi, “supernova que implosionaría en el momento en que su genialidad fuera intolerable”, según se anticipa. Escribir La nueva vida de Valdi Bonetti le llevó once años.

En un principio, la novela se centraría en las historias de las dos mujeres que habían amado a Valdi: la narradora y Azucena. “Lo primero que se me ocurrió fue la escena final: es de noche y un hombre está solo en un descampado, rodeado de perros callejeros; ha encendido una fogata y llora en silencio, mirando el cielo, porque su pequeño hijo no lo quiere ver –recuerda Ponsowy–. Luego, los primeros párrafos: una mujer recibe una llamada telefónica y le parece reconocer en la voz de quien llama a la esposa de un hombre con quien también ella ha tenido una relación. Ese era el principio de la novela durante algunos años hasta que Valdi se adueñó por completo de la historia y me di cuenta de que tenía que cambiar el inicio porque la trama había dejado de girar en torno a ellas”. En el relato sobrevuela un interrogante: “¿Cómo se hace para dejar de amar a una persona?”.

“La novela condensa la historia de las últimas décadas de Venezuela en la vida de una sola persona: comienza a finales de los años ochenta, cuando era un país próspero, pero luego va hacia atrás en el tiempo, a la infancia de Valdi, durante los cincuenta y sesenta, cuando hubo una ola de inmigrantes europeos que fueron allá en busca de mejores condiciones de vida. Los últimos capítulos muestran una Venezuela ya en franca en disolución económica y social”, dice la autora.

Pese a que los padres napolitanos de Valdi quieren que su hijo mayor tenga una carrera universitaria en vez de dedicarse a la actuación, el deseo del joven se abre paso hasta convertirse en un intérprete consagrado, al encarnar a Napoleón Bonaparte. “Me dio la impresión de que su vida adquiría pleno sentido sobre el escenario”, reflexiona la narradora cuando asiste al teatro. “La nueva vida de Valdi Bonetti alude a la Vita nuova de Dante Alighieri y es una frase que Valdi dice cuando piensa que puede enderezar todo lo que en su vida parece irremediablemente torcido; también se refiere a la novela: el libro es el lugar donde Valdi adquiere una nueva vida, una vida de ficción en la que puede ser Napoleón eternamente, eternamente niño y, también, equivocarse eternamente”. El espíritu del emperador francés posee de a poco el destino del actor y este, como Napoleón, pasa de la gloria al ocaso.

En algunos pasajes se describen las dificultades que experimenta la narradora en su anhelo de dedicarse por completo a la escritura. “La diferencia entre el deseo adolescente de ser escritora y el deseo actual es inmensa –afirma Ponsowy–. De adolescente me imaginaba tecleando de noche en una máquina de escribir, a la luz de una lámpara tenue, con música clásica de fondo. Las frases fluirían como el Orinoco. Hoy sé que el río es solo un momento, brevísimo, en la escritura. El resto es oficio, es tachar, es corregir. Escribo por las mañanas, no hay ninguna lámpara prendida y la música me distrae. A veces me pregunto si todavía estaré a tiempo de cambiar de rumbo y dedicarme a bailar, por ejemplo”.

El hijo de Valdi y Azucena, a quien el padre apoda “El Niño”, padece apraxia del habla, aunque se comunica muy bien de otras maneras. “Creo que las palabras no alcanzan para decir lo que realmente importa –dice Ponsowy–. Me parece que la música, la danza y la pintura pueden acercarse más a lo innombrable. En ese sentido, el niño es aquello que no se puede decir”.

Valdi está lejos de ser un marido o un padre ejemplar, y tampoco se luce cuando debe cuidar a sus padres ancianos y enfermos. “Mi intención era que los lectores se enamoraran del personaje para que después les resultara muy difícil juzgarlo –observa la autora–. Me gusta pensar que la novela no toma partido sino que muestra a Valdi, a sus mujeres y a su hijo en toda su frágil humanidad”. Y en relación con uno de los debates actuales, opina: “Muy pocas personas se librarían hoy de ser ‘canceladas’ si son sinceras. Hace años sacaron la palabra ‘negro’ de los libros de Mark Twain y ahora acaban de cambiar el lenguaje usado por Roald Dahl. Lo que está pasando, no solo en la literatura sino también en la esfera pública, es de un conservadurismo muy difícil de entender”.

Ponsowy trabaja de una manera “racional” la trama, la estructura y el suspenso novelesco. “Son aspectos que uno puede controlar, explicar y hasta enseñar –dice–. Pero el ritmo de las oraciones, la manera en que se concatenan unas a otras, es algo que me lleva mucho tiempo y que no sé explicar. Escribo un párrafo y me parece pésimo. Entonces lo vuelvo a escribir. Es como si estuviera buscando una música o un perfume sin tener la menor idea de dónde puede estar, ni de cómo fabricarlo. Algunos días sale bien, pero la mayoría no, y entonces no queda más alternativa que seguir buscando esa melodía que no sabes describir hasta que al fin la encuentras y te parece que la habías tenido delante tuyo todo ese tiempo”.

Autora de libros de poesía, novelas y crónicas, siente que la experiencia literaria sigue siendo incomparable. “Quedarse leyendo hasta la madrugada sin poder soltar el libro; despertarse y pensar, en vez de en la rutina que nos espera ese día, en qué será lo que le espera al personaje; vivir una vida que no es la tuya, ponerte en el lugar de otro y sufrir junto con Anna Karenina, conmoverte a medida que los ojos se pasean por letras y signos de puntuación, todo eso es un milagro –afirma–. Que nuestro cerebro pueda decodificar las manchas en el papel y que, simultáneamente, ‘veamos’ la imagen que ideó Cervantes de unos molinos de viento es un misterio y una bendición que no nos da ninguna otra forma del arte”.

¿Qué opina sobre la dificultad de la literatura argentina para recuperar lectores en la era del algoritmo? “Philip Roth dijo que en las próximas décadas los lectores de literatura se convertirían en algo tan extraño como los lectores de poesía del siglo V –responde–. Estoy de acuerdo con esa idea. Leer literatura requiere de una capacidad de concentración que estamos perdiendo a paso acelerado. Tenemos muy buenos escritores, pero la mayoría de las librerías son como grandes supermercados, con mercancías de distinto valor. No solo es difícil encontrar y ganar lectores, sino que para estos muchas veces es difícil encontrar la literatura que anhelan leer”.

“Hoy, leer literatura es una forma de resistencia pacífica y una manera de defender al individuo frente a la masificación y la polarización propiciadas por la tecnología y la política –concluye–. La literatura no está hecha de abstracciones y palabras grandilocuentes, sino de detalles. Nos ayuda a pensar, a descubrir matices, a dejar de lado los prejuicios y sumergirnos en lo particular y único de cada ser humano”.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/ideas/auge-y-declinacion-de-un-multifacetico-heroe-venezolano-nid18032023/

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